La transición a una nueva realidad en el sector es fundamental y solo será posible a través de algún tipo de programa de inversión que haga uso de fondos europeos, como el PRR.
Según el informe “Actividad del Transporte” del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondiente al tercer trimestre de 2022, el transporte de mercancías sigue acercándose a los niveles previos a la pandemia. Esta tendencia, sin embargo, no se aplica al transporte por carretera, que, en sentido contrario, siguió descendiendo (-3,3% respecto a 2021 y -6,5% respecto a 2019), con 34,5 millones de toneladas manipuladas. A pesar de que el final del año estuvo marcado por un pico de actividad -gracias al Black Friday y la Navidad-, lo cierto es que a la mayoría de empresas les costará mucho recuperar las pérdidas de este año.
Por otro lado, la incapacidad de atraer mano de obra -en un sector que se considera poco atractivo- y la constante subida y bajada de los precios y la carga fiscal sobre los combustibles (ver, por ejemplo, el aumento del Impuesto sobre Productos Petrolíferos – ISP, en diciembre, que impidió la caída prevista a principios de mes) siguen presentándose como obstáculos colosales para las empresas del sector. Ante este escenario francamente desalentador, que se ha repetido año tras año, sin perspectivas de cambio, surge la pregunta para 2023: ¿hacia dónde irá el futuro del transporte de mercancías por carretera?
En primer lugar, es necesario tener en cuenta que el sector del transporte y la logística atraviesa una importante fase de transformación para dar respuesta a los nuevos retos globales, destacando, aquí, la descarbonización de la economía y la innovación tecnológica. En cuanto al primer punto, cabe señalar que el último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente sobre Transporte y Medio Ambiente afirma que el transporte es responsable de alrededor de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero en la UE, siendo el transporte por carretera la mayor parte de estas emisiones. , que también han aumentado casi un 30% en los últimos 30 años.
A la vista de estos datos, urge apostar, por ejemplo, por los combustibles alternativos (como los sintéticos), y, sobre todo, por la renovación y modernización de las flotas, ya que su edad es la que más contamina. Si todos los camiones que se utilizan para el transporte de mercancías fueran nuevos, podríamos lograr una reducción inmediata del 30% en las emisiones de CO2. Aun así, y dada la falta de apoyo gubernamental en este sentido, este tipo de inversiones no está, por el momento, al alcance de todas las empresas.
¡Pero no solo “sobre el terreno” la innovación tecnológica marca la diferencia! También es necesario adaptar nuevos modelos de gestión, para reconfigurar cadenas, digitalizar procesos y datos y atraer talento, haciendo así todas las operaciones más eficientes y respetuosas con el medio ambiente. En este contexto, la postura de las empresas en la transformación de sus operaciones y la reducción de su impacto es crucial, comenzando por la cadena de suministro.
Ante todo ello, la digitalización y automatización de la actividad de transporte y logística, a través de potentes software y herramientas de gestión y analítica, son tendencias que han llegado para quedarse, pero aún queda mucho camino por recorrer. Esta transición a una nueva realidad en el sector es fundamental y solo será posible a través de algún tipo de programa de inversión que haga uso de fondos europeos, como el PRR -que, hasta el día de hoy, excluye completamente de su aplicabilidad al transporte por carretera
A pesar de que, en los últimos años, el Gobierno no ha mostrado interés en la necesidad de cambio en este sector –con la constante exclusión de los Presupuestos del Estado, 2023 no siendo una excepción– ni en proteger a las empresas y, en consecuencia, a los portugueses, yo cree que el panorama puede cambiar en un futuro próximo. ¡La esperanza es la última en morir!
Fuente: Jornal Público