Presupuestos Generales del Estado 2023: ¿Déjà vu o más de lo mismo?
La propuesta final de Presupuestos Generales del Estado para 2023 fue aprobada en términos generales, y la votación global final está prevista ahora para el 25 de noviembre. Dado el actual entorno de inestabilidad, marcado por la guerra de Ucrania y la crisis económica, energética y medioambiental, cabría esperar que el documento aportara mayor seguridad y protección a familias y empresas. Sin embargo, la realidad a la que nos enfrentamos es diferente. En general, los Presupuestos Generales del Estado para 2020 ignoran la inflación y sus efectos, camuflándolos con incrementos que no son suficientes para compensar la pérdida real de renta de las familias portuguesas.
Así, hay varias medidas que se nos “venden” como enormes rebajas fiscales y que suponen enormes ayudas a particulares y empresas, pero que en realidad significan muy poco en el gran esquema de las cosas. Para afrontar estos tiempos de incertidumbre que atravesamos, y que desgraciadamente seguiremos atravesando, las promesas de estabilidad, confianza y compromiso parecen no ser más que un espejismo, con claros indicios en el horizonte de ralentización del crecimiento y contracción de la economía, dada la inadecuación e insuficiencia de las medidas anunciadas. Es una situación que parece repetirse año tras año y presupuesto tras presupuesto, años en los que no se hace nada para sacar al país de un estado de estancamiento y casi irrelevancia, tanto a nivel europeo como internacional.
Hay que entender que se trata de una de las actividades más importantes para la economía nacional y que los sucesivos incrementos de los costes de transporte y energía se reflejan directamente en los precios de los productos finales que llegan a los consumidores, saliendo éstos, como siempre, perjudicados por fenómenos sobre los que no tienen ningún control. Al mismo tiempo, por desgracia, se trata de uno de los sectores con mayor impacto medioambiental, por lo que resulta difícil entender la falta de cualquier tipo de atención política, de forma transversal, a esta cuestión. Todavía no hay medidas estratégicas para reducir el consumo de combustibles fósiles y, como sigue sin haber alternativas reales en este sector, no hay incentivos para invertir en vehículos más modernos y, en consecuencia, más eficientes, con mejores prestaciones y menos emisiones de CO2.
Se ha hablado mucho de reducir drásticamente las emisiones de carbono para 2030, pero ¿qué se ha hecho en la práctica? Se trata a todas las empresas “por igual”, tanto a las que invierten en camiones nuevos más respetuosos con el medio ambiente como a las que mantienen una flota antigua y contaminante. Los impuestos, los costes y los peajes también son los mismos, sin beneficios para quienes trabajan con la vista puesta en el futuro y en las próximas generaciones.
Fuente: Dinheiro Vivo